martes, octubre 30, 2007

Cuando Le Diga Que Sos Mi Niña

Hieres, apasionas, obsesionas muchas veces,
e incluso te atreves a matar

- inescrupulosamente...



¿Por qué sos asi mi niña?
Nos quemas el pecho y le atizas, para que arda como un infierno,
nos arremolinas el pasado con el presente y el futuro,
y nos regalas sueños lindos, pero repletos de un carcomiente titubeo.

¿Por qué? Dime mi niña.
Haces que el cuerdo adopte en su vientre famélico
una locura de mariposas agitadas,
le haces probar tu osado dulzor...
le amenazas con tus dardos de juguete,
le pintas una fábula, y luego le besas la frente, solo un poco, muy tenue...



Vaya que esa grandeza que tu posees es tan indeterminable como
la edad espacial.
Vaya que tu odisea y arrojo son mayores que los de
cualquier ejercito pretoriano.

Que como la esperma derretida de los cirios,
se desvanezcan los labios de todo ruin y nefasto humano
que tizne tu pureza en nombre de la mentira y su perfidia.
Que su corazón se pudra como una fruta agria,
y que se apiaden las estrellas de su alma perversa.

He proferido mi maldición, niña mía...



Que lástima se produce en mi, al observar perplejo como los seres humanos
tan fácilmente nos dejamos invadir por las sombras brunas y mordientes de las manta rayas.
Es un temor recalcitrante, que nos neutraliza y cala hasta en los nervios,
nos hace lerdos, nos transforma en seres inocuos,
ocasiona esa ceguera inaudita que es una catarata incuria, que va, de a poco en poco, encapotando la razón.



Miedo, miedo y nada más que un simple y testarudo miedo...

Mi niña, ellos te temen con el temor que se siente por un
horripilante monstruo de mil cabezas.

¡Que estupidez!

Míralos tratando de rehuirte.
Míralos como desesperan en su intento por trepar, y sin alientos ya,
se disgregan sobre tu escarpada cuesta.



Bien sabes mi niña que estamos imantados a tus eternos brazos,
a tu pecho benévolo, al candor de tu cuerpo,
a tu límpido y precioso halo.
Canjear ese temor por decisión, por la iniciativa,
podría ser la solución a muchos de los males que nos aquejan,
a las preocupaciones, a nuestras incongruencias...
podría aportarnos muchos granos de paz.

En mi vida ya no existe esa manta raya, mi vida ahora viste orgullosa
un velo transparente, inmaculado, puro, justamente como vos mi niña.

Esta tarde, cuando le vea, te pronunciare con todas mis fuerzas,
gritaré tu nombre niña mía, y entonces ella lo sabrá,
cuando le diga que sos amor y que ella es mi niña.



2 comentarios:

Mallén dijo...

Más que amor, la niña-vida...
Cariños y un beso!

alejandra_writer dijo...

Leer esto es como un paseo, ir imaginado lo que pasa y redescubriendo quien es tu niña :)