viernes, diciembre 12, 2014

FUEGOS FATUOS
 

 


















Inmunda oscuridad, negritud de abismo
fecunda
entre las fronteras de mis párpados te desvistes
reconciliando el sueño que se perdió en el alba
Yo quiero que tú, mancha viscosa
que como baba de mil caracoles
vas impregnando todo a tu paso,
seas inquilina vitalicia de mis pupilas
Inmunda oscuridad que cruzas por mi espalda
áspera como el andar del escarabajo
Costra infranqueable de mis derrotas
Yo quiero engendrar esas tinieblas tuyas
en este reposo de asilo que me corresponde
Huir de la mañana fidedigna
de sus aves pertinaces que me reclaman
Que aunque el sueño se espante
tu tiniebla permanezca postrada
como una sombra eónica
como una visita que me hace la muerte, pero sin su guadaña,
tan solo con el ánimo de la visita, del recordatorio.
Yo quiero quedar como cegado,
con la desdicha de la vista ausente,
pero sin ser un ciego lamentoso
- porque de quedarme ciego fortuitamente,
no sería más que un lamentoso,
como de hecho ya lo soy-
pero con una visión de todo así de fácil
así de franca
así opaca
así de uniforme
Una visión así como la del encierro
del ataúd
Yo ya no quiero más
esta tristeza de ver cada día
como nace el mundo
como se entrañan los amigos
Ser saludado por los que dicen conocerme
esos a quienes yo apenas reconozco
Ser aplastado por el graznido de los niños
por sus preguntas inconclusas
Ser un ruin por no saber quedar solo...
Yo quiero que todo se calle
Que toda la realidad circundante se ofusque
dejando solo los ruidos de lo oscuro,
y si acaso el chirrido de los grillos
y los croares de las ranas,
solo para enterarme cuando es de noche
Yo ya no quiero más este dolor
de la necesidad gregaria,
de reír ante el prójimo
como un acto de resignación
Cuando lo que se lleva por dentro
es una procesión de llantos
Inmunda oscuridad que amenazas
con sepultarlo todo
Embadurna estos paisajes de tu escoria negra
Llévate de una buena vez mis crepúsculos
Los alaridos de los gallos sin espuela
Las amabilidades de mis vecinos anónimos
Los ronroneos vulgares del tráfico
Los multiverdes exactos de las campiñas
La imponencia de que se jactan los montes
Se abismo ante mis pasos
Se profundidad ante mis dudas
Dame este panorama de ojos apretados
que no desean abrirse
Por mera cobardía no más
Por mera envidia no más
Por sincera gana de no acudir más
A la jornada del rol payaso
A la jornada del rol pedrusco
A la jordana de esquivar la lágrima
A la jornada de ver sus huellas de oro
y no poder evitarme el maremoto
A la jornada de vivir con tanto desahogo
y tanta opulencia ajena
y tanta penuria ajena
y tanto engaño, tanto engaño, tanto...
¿cómo fuimos capaces de ocultarnos
tantos años entre tanta miseria?
¿cómo es que hemos sido tan carroñeros,
tan inauditos, tan despreciables?
Lo admito:
No he sido más que un absurdo,
un mezquino, un despreciable
Todo por no haber acudido a la oscuridad
antes que a la luz
Pues, en la luz, todo se sabe
Todos se enteran, a todos nos juzgan
Todo nos mide, nos clasifica
nos enumera, nos ridiculiza
Y nos infunde esta insufrible cobardía
de ser sensato, de sentirse empático
















Oscuridad de ciénaga
se mi aliada de ahora en adelante
Escóndeme de los nómadas
que trafagan estas veredas
Enséñame los recovecos en que las alimañas
guardan su aguijón
Guíame por entre las cavernas
de los que andan clandestinos
Adóptame ermitaño entre tu espesura
denso azabache
Que aunque aún no quiera acabar mi vida
tampoco pretendo mostrarme enteco,
inanimado y parco
Quejumbroso como el espantapájaros
aislado, picoteado y en ruinas
Que tengo miedo de las ciudades
y sus secuaces
y sus labriegos
y sus costumbres de atomizar
las multitudes
Que no deseo ser flanco de burlas
Ni dar lástima a los impacientes
O que se compadezcan
por mis gemidos, por mis miserias
por mis tragedias o por mis envidias
Las madres que han visto su prole marchita
Los astutos que cobran y se dan el vuelto
Los insensatos que se graduaron con honores
sin saber deletrear la palabra corazón
Ya no quiero que me corrijan
Ni las malas voluntades
Ni las febriles pasiones
Ni las irascibles memorias
Ni los amores truncados
¡Ya basta!
Que esos fuegos que aun suelo ver
bailando como caballitos del diablo
terminen siendo fatuos
Y que lo escaso que me queda de visión
se aparte de estos
Que sea un vendaval neblinoso
O tan solo un adiós
que no halle respuesta