martes, abril 10, 2012

Veneno Nº 3. Ciudad y Veneno



"Mi gente, a mi nada me sorprende, porque he visto caras sin expresiones faciales"
Extraido de la canción Petare Barrio de Pakistan de El Prieto

Tengo clavadas en los ojos
calles fúnebres,
con olor a espantapájaros e
inciensos
Miradas perdidas nos acucian,
rostros de resignación amarga
Las garras del desasosiego me rasgan
la vista,
ponzoña de los días y su venerable prisión
Aquí las montañas,
los hombres,
el sol,
las guacamayas,
la noche,
todos son la vorágine venenosa
Se pierden bajo minotauros de concreto y metal,
de cebo, alcurnia y hambre,
todos formando parte del mismo ruido,
esclavos del mismo chasquido,
abatidos por la alfombra veloz del miedo



Aquí las gentes son una combustión
andante y las aceras
sus nidos de
desahogo
Por primera vez, me sentaré en este suelo,
para profanar su templo roedor
con mis baratijas, con mis ídolos
de barro

Guardo imágenes de tetas plásticas,
comidas chatarra, cubiertos plásticos,
escaleras mecánicas, vasos plásticos,
hombres mecánicos,
todo desparramado, todo servido para llevar,
todo chick, todo semental,
todo producido, todo plásticamente
plástico



Abuso de sus escupitajos, me miro la cara breve,
total ya no es mi rostro
Mi rostro era sangre y burla, ahora es
palidez y reclamo, odio y reclamo,
llanto y reclamo

Somos hijos todos de la misma
víbora
pues al menos por una vez en la vida,
nos hemos arrastrado sobre nuestros vientres y
hemos sacudido el mugre de
nuestras escamas

Vendría bien una muerte con tarjeta
de invitación,
una invitación no sorpresa,
sino algo certero, con fecha de caducidad
Vendría bien un aire miel, empalagoso,
asfixiante pero así de dorado
Vendrían bien ojos sin cristal, sin compromiso,
sin lamento ni reclamo
Vendría bien una moneda para mí - mendigo -
O una patada por el culo y una suite
bajo el puente



Aquí ya no hay allí
solo tumulto
solo devastación nos acobija
Y yo podría huir despavorido y
evadirme de esta maldita tragicomedia del
ser
Resulta que dios escupió mis venas
entre los confines de estas
torres atiborradas de rejas venéreas,
pues fue acá donde me parió la tierra
vehemente
Por tal razón, no creo en ese hijo de puta,
pues no puede existir como éste
un pedazo de cielo tan hosco,
fortuito y hostil que se precie de
llamarse Paraíso

Bárranme de su faz, exílenme en el llanto
de la montaña viva, la que llora
cataratas y medusas
Solo así me sentiré un hombre realmente libre
y no un asesino
Córtenme los párpados para no olvidar
este juramento
azótenme los oídos para no comerme
esta miseria
y manden a callar
a los buitres de la misericordia,
pues mi carroña es el mismo veneno
que destila esta piche ciudad



Vendría bien un sacudón de la víbora
madre,
que cimbre en un baile
endemoniado
los cimientos de
esta peste lamentaria y derrumbe su
máscara
para que quede a la vista de todos
que, en realidad, esta masa de olvido
y odio,
no es más que las misma sucursal
del infierno,
palpitando hambrienta y odiosa,
más aún
sempiterna