miércoles, diciembre 06, 2006

De la Volatilidad

De ladrillos de añoranza construí, en cada amanecer, mi refugio de nostalgia.
















Solía ir frecuentemente a guarecerme entre sus paredes
y me deleitaban los cuadros que de ellas colgamos,
en armoniosa quietud, perfectamente acomodados,
repletos de promesas que nos hicimos alguna vez.

Yo prometí lunas saturninas
para sustituir las luciérnagas que iluminaban
los escombros de tu soledad.

Tu prometiste días sin horas, posiones infalibles para producir hechizos efectivos,
compartir tus mendrugos de tristeza.

Yo prometí escudos infranqueables para proteger tus batallas,
viajes sin destino y sin fecha de regreso fijada, rituales libres de tabúes,
melodías hipnotizantes, devoción incondicional.

Vos prometiste un mar recíproco,
constelaciones para salpicar las noches
y un lecho mutuo de madre selva, bajo el cobijo de tus estrellas...

¡Tantas cosas prometimos!
Alguien debió advertirnos que las promesas
suelen caer como caen las gotas de lluvia,
a torrentes, desgranadas, sin pedir permiso,
te empapan enteramente hasta mojarte el alma;
pero luego, cuando la tempestad amaina,
la luz del sol no da sosiego,
su prolijo calor nos evapora incluso hasta los sentidos,
observamos incrédulos como esas promesas se evaporan cuál si fuesen de éter,
se van fundiendo con el aire, cargado de palabras
que también se han ido evaporando desde otros labios,
y se muestran ante nuestras pupilas,
como una película que transcurre en cámara lenta,
se van alejando de nuestras latitudes
y luego, todo lo que queda, sigue cumpliendo el mismo circulo vicioso;
se nos evapora la vida,
se nos deslizan las memorias entre los dedos,
todo se vuelve inevitablemente tan volátil... absolutamente todo.

Solo conservo este profundo sentimiento
que nunca fue una promesa en el citado listín.
Más remueve los hilos de mi conciencia el no tener la certeza de saber si,
una vez que estas palabras te contagien,
seguirá ese sentimiento allí intacto, o habrá pasado a formar parte del ciclo,
esfumándose cuál si fuere el humo exhalado por una vieja pipa.



¡Jah! ¿Las lagrimas?
No sientas pena ni lástima por ellas porque,
inevitablemente, de un momento a otro,  
también se evaporarán.