lunes, noviembre 19, 2007

Sabes Bien

Ahora que dormida te contemplo,
conquistando algún imperio,
seguramente estarás.



Y tu cuerpo se acomoda al lecho,
procurando algún calor,
el que yo no te he de dar.

Partirás, con los labios entreabiertos.
Partirás, con la risa puesta al viento.

Eras huracán que sostenía
voluntades al azar,
sin temor a destrozar.

Y el silencio de los rostros
en tu alma se encogía,
ya sin ganas de gritar.

Partirás, con las huellas empapadas.
Partirás, con mi alma a tu alma anclada.



Sabes bien, que aunque tengas que partir,
seguirás aquí...
Sabes bien, a pesar de que te has ido,
aquí estas al lado mío...

¿Para qué torcernos más las manos,
si de ellas no brotarán confesiones?
¿Para qué apretujar un corazón
que no siente más dolor?
¿Para qué aguantar el llanto?
¿Para qué decirte esto?
¿Para qué vendar los ojos,
si ambos estamos ciegos?
Sabes que al llegar hasta el umbral,
ya no estaremos...



Fuiste un nombre con voz de irreverencia.
Fuiste un nombre imantado a mis pupilas.
Fuiste tu, y yo nunca te encontré,
ni en los huesos de la bruma,
ni en las cartas de tu piel,
siempre tu, mojando con la lluvia,
de la cual me refugié.



Y ahora que decides esparcir tus hojas secas,
confinándome a tus pasos,
no puedo seguirte.

Cada vez que vea el sol muriendo,
al ocultarse del mundo,
vendrás para luego irte.



Partirás, con los días borrascosos.
Partirás, y yo te veré...

¿Para qué torcernos más las manos,
si en tus manos callaré?
¿Para qué quieres curar a un hombre roto,
si mañana me hundiré?
¿Para qué embriagarme tanto,
si ya no te olvidaré?
¿Para qué evitar el llanto?
Recordarte ¿Para qué?



Sabes bien, aunque hayas de partir,
de tu voz, un eco se queda aquí.
Lo sé bien, sé muy bien que has de marcharte,
pero en mi te quedarás,
en mis labios sin tu nombre,
en el lecho, en el umbral,
saltarás desde la hiedra,
quedándote en mis tinieblas...

Ahora que dormida te contemplo,
conquistado algún imperio,
seguramente reinarás.

Y tu cuerpo se despierta lento,
impetrando algo de amor,
el que yo no te negué...
El que yo no hube de darte,
pero igual te regalé.



Sabes bien, que mañana no estarás.
Lo sé bien, muy bien, pero no mi terquedad.
Sabes bien, que entumecerás mis días,
Sabes bien...
que te quedarás, no en tu cuerpo ni en mi piel,
no en tus manos ni en las mías,
ni en las glorias de papel, ni en las noches de ambrosía…
Te irás lejos, de las horas del ayer,
robando mi algarabía,
pero siempre regresarás, lo sé muy bien,
recubierta… convertida en poesías.



Partirás, con mis ojos desvelando tu mirar.
Partirás, con tu risa... con tu risa y nada más.

viernes, noviembre 16, 2007

Un Lamento Mudo



Mudos palidecen en procura de sus recuerdos.

Sus ojos fijos, observan la eterna cadencia de la ignorancia propia,
y dentro de sí mismos, escarbando esta un sentir herido, un poco malogrado,
pero lleno de curitas que han cumplido su papel al hilo: Sanar.

Mudos, como dos rocas sordas, empeñados en silenciar el tintinear del oleaje...
Transcurre otro silencio, hondo, tembloroso, un instante sordo que llama a los elegidos,
los cubre con su nube de vahído,
dos silencios, profundos
Uno tuyo...
Uno mío...

¿En que rígida vara te encuentras tu, equilibrándote?
¿Cuándo dejaré yo de tambalearme como un tonto entre tus maneras?



¡Ay del hombre cuando es mudo!

¡Ay del hombre cuando rompe su silencio!
¡Ay de mi, que he estado dispuesto, a punto de hacerlo!
¡Ay de ti, por lo que habrán de digerir tus oídos y tu palpitar!

Mejor, algún día inventaré un canto extraño, que te circunde,
que te hable por mi, un canto inteligible, no este chapurreo inane...
En una confesión perecerá ese grito franco, pues, al fin y al cabo,
solo será una tímida caricia, que te flanqueará el alma.

Yo solo quiero que en tu albur permanezca una huellita mía,
que de tu mente no desvanezca alguna remembranza buena que te haga sentir cerca de mi,
que tu sepas lo que ya sabes, pero que yo quiero decirte,
que yo procuraré no volverlo a repetir tan fuerte...
solo un poco quedo, para que tu no termines de enterarte,
solo un poco suave, para que no creas que es mentira,
tal vez en cascadita, para que nunca se te olvide...



¡Ay de ti que no conoces cuanto invade mi tristeza!
¡Ay de ti que aun no sientes como afianza mi alegría por vos!
¡Ay del mundo, que yo no deseo descubrir tu llanto!
¡Ay de mi si no presiento esa mirada sincera!
¡Ay del hombre, que por fobia al temblor, no agita sus palabras
y se queda solo, mudo, encerrado en un "pudo ser", condenado a su evocación!
Ay mi vida, linda que has sido conmigo ¡Que escaladas que propones!
¡Y yo que incauto, las acepto!
¡Ay corazón mío, esta mudez es muy lenta, pesada y apesadumbrada!
¡Ay que a su lado, o alejado, permanece inmaculado este berretín!
¡Ay silencio, como me revientas!
En cambio tu, ¡Mira que sos duro de reventar!