
HOY NO TENGO DONDE CORRER
Hoy no tengo donde correr.
La prisa se me ha trabado en la arena que, inclemente,
transcurre como si nada le importase el futuro.
Mis pasos amalgamados con mis huellas
ya no dejan su rastro, y paso a convertirme
en una mancha más entre la multitud.
Hoy mis manos no se conocen.
Entumidas, parecen olvidar todo lo que alguna vez
aprendieron a crear, para luego entregarlo en ofrendas.
Un norte que no conozco se aproxima
y trato de huir de su pérfida lengua,
pero allí me he dado cuenta que correr
no me servirá de nada,
pues no hay forma de escapar al destino.
El anuncio esta hecho, la suerte echada
y las sombras asignadas a cada quien.
Vago los días sin preocupación,
enclaustrado en la monotonía de un tren
que parece llegar siempre a la misma estación.
Añoro la simpleza de los momentos que viví contigo,
las acuarelas que teñían de multicolor los paisajes,
las canciones que aprendí a revivir y sentir como mías,
el deseo de libertad que se convertía en nuestra atmósfera.
Hoy mis pies están cansados de correr y perseguir
un futuro que no me muestra ápice de certeza.
Dejo caer mi entera humanidad sobre el trono de piedra,
y mirando a través del ventanal, sigo viendo al mismo Norte.
¡Sí! Sigue allí, impávido, al acecho, como un cuervo hambriento.
- ¡Esas balas no son para mi! Grito.
Lamentablemente es muy tarde.
Sus palabras ya hace rato que me han atravesado.